¿Hacemos Política?

Estimados viajeros,

No acostumbro, habitualmente, a hablar de política en Los Viajes de Adán. Por varias razones. No soy una persona especialmente involucrada en política. No considero tener bastante conocimiento como para ofrecer una opinión formada. Desconfío incluso de que sea posible para los ciudadanos conocer y juzgar adecuadamente a los dirigentes políticos. Y, además, pienso que la mayor parte del discurso político en España da lugar a discusiones en círculos con poco o ningún sentido y aún menos utilidad.

Sin embargo, hoy me gustaría hablar de política. Me refiero, como puede que ya sospechéis, al movimiento 15-M, a los indignados, a nolesvotes y DRY, a las acampadas que se están moviendo por toda España.

¿Por qué ahora? Quizá porque la dimensión de los acontecimientos que están ocurriendo por todo el país me ha impresionado. Quizá porque me he cansado de ser un sujeto pasivo en la política. Quizá porque creo que tengo la oportunidad de contribuir a que algo cambie, porque lo que estamos haciendo va a algún lugar.



Desde Oxford


Estoy estudiando en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Llevo aquí unos 9 meses. En un principio, no sabía casi nada de lo que estaba ocurriendo en España. Pensé que el 15-M fue una manifestación puntual. Cuando llegué a Asturias el pasado viernes 20, me encontré con que había mucho más de lo que había imaginado. Campamentos en ciudades de todo el país, gente echada a la calle reivindicando una mejora de la situación actual. Yo ya había perdido la fe en el aparato político y en la capacidad para cambiarlo de mi generación. A veces me encanta equivocarme.

Desde mi punto de vista, hay tres logros principales y de gran importancia que se han conseguido por el movimiento de los indignados:
  • Demostrar a la sociedad que los jóvenes españoles (ya) no queremos estar al margen de la política de nuestro país.

  • Demostrar a la sociedad que los jóvenes españoles somos capaces de organizarnos y hacer las cosas bien, que podemos implicarnos por una causa y luchar por ella, y no sólo ir de botellón.

  • Demostrar a la clase política que la sociedad española (y ya no sólo los jóvenes) ha decidido dejar de estar callada, que ha decidido exigir a los políticos que empiecen a hacer su trabajo.




Acampada Oviedo


Durante este corto fin de semana que pasé en Oviedo, decidí aprovechar para no quedarme al margen y participar en el movimiento. El sábado, estuve una hora en una de las asambleas celebradas en la Plaza de la Escandalera. Pasé de nuevo por allí el domingo por la noche, mientras el grupo de trabajo discutía entre otras la iniciativa del pañuelo blanco como gesto de apoyo al movimiento. El lunes por la mañana, decidí aportar mi granito de arena y ser parte de lo que ocurría, y pasé por Almacenes Galán para comprar tela y llevar 24 pañuelos blancos a la acampada. Volví a pasar después de un rato, y comprobé alegremente que unos cuantos acampados ya llevaban el brazalete.

Durante la asamblea, los problemas de darle un micrófono a literalmente cualquiera que lo pida se hicieron evidentes. Hablaban unos que tenían algo que decir y otros que no, unos que sabían hablar y otros que no, unos que sabían dónde estaban y otros que, por lo visto, no. Recuerdo la intervención de una chica que dijo algo incongruente sobre el lenguaje sexista y a continuación hizo una eufórica exposición en la que tarde un rato en darme cuenta de que sus pronombres "nosotras" y "todas" me incluían a mí. ¿Podemos superar ya todo eso y aceptar que el masculino plural es aplicable al género neutro, por favor? También hubo otra que comenzó por preguntar, de forma retórica, si sabíamos cómo se creaba el dinero, y siguió con un discurso pro-abolición de la moneda el cual terminó con decir que debíamos expander nuestras ideas no sólo a España sino al mundo entero. Otras intervenciones poco atinadas incluyeron propuestas también un poco fuera de lugar.

Me dio la impresión de que se estaban intentando dar pasos en muchas direcciones distintas, con lo que al final estábamos condenados a quedarnos en el mismo sitio. Por esto aplaudí la intervención de mi amigo Yeyo cuando señaló que para opinar y exigir hay que formarse, y que por ello sustituir parte del tiempo dedicado a las asambleas por charlas formativas que dieran paso a coloquios más orientados sería un proceder más productivo. Y, sinceramente, creo que dio en el clavo. También pienso que algún tipo de moderación para evitar que los participantes se vayan por los cerros de Úbeda ayudaría bastante.



Pero sí vi algo definitivamente valioso en la asamblea. La voz de la gente, expresada sin más. Sin intermediarios ni representantes. Cada uno con su modesta habilidad para dirigirse al público, con sus ideas más o menos pertinentes al contexto, pero todo en estado natural.

Mis amigos me contaron que algunos asistentes eran duramente castigados al hacer referencia a la necesidad de organizarnos de una forma más estructurada, porque no es nuestro objetivo formar un partido político. Dejemos algo claro, porque aquí está el punto más importante del movimiento. Que no sólo ya no confiamos en los políticos para representarnos, sino que además exigimos que empiecen a hacer el trabajo para el cual les pagamos. Nuestro objetivo no es formar un partido, entrar en el sistema y reformarlo. ¡No tenemos por qué hacer eso! No queremos convertirnos en políticos, queremos que los políticos que ya tenemos (y tenemos de sobra) hagan lo que deben. Pero, para esto, señores, debemos formarnos. Y debemos hacer política, en el sentido puro y libre de connotaciones de la palabra. Porque queremos cambiar la política.

Quise haberme quedado a dormir el domingo, pero fui muy cobarde como para hacerlo solo, así que al no obtener apoyo de ningún amigo (aunque alguno estuvo cerca), me quedé con las ganas. Aun así, me alegro de haber participado con los pañuelos. El lunes llevé el mío todo el día, volé con él, y llegué a Oxford con él puesto. Ahora, aprovecho cada instante para exponer a la gente de aquí lo que está pasando en España.

A dónde vamos


Mucha gente pensó que tras las elecciones del 22 de mayo se terminaría el movimiento. Esto es un error de base, ya que el movimiento no tenía como objetivo modificar el resultado electoral... si bien haberlo modificado puede entenderse como un pequeño éxito. A través del movimiento expresamos que estamos indignados con la clase política por no responder a nuestras necesidades, y ésto no se acaba con poner a un partido u otro en el poder.

De hecho, una de las características principales del movimiento es que es apartidista y asindicalista. Esto no significa que la gente involucrada no tenga ideologías o afinidades políticas, sino que estas pueden ser bien diversas y dispares, y ninguna define el movimiento. Una de las reivindicaciones expuestas en el manifiesto de DRY, de hecho, es que no queremos más intermediarios, por considerar que no cumplen su cometido.

No sé si lo que estamos haciendo llegará muy lejos. Quizá en unas semanas quede atrás, deje de ser noticia y se olvide. O quizá algo cambie. Quizá algo haya cambiado ya en la conciencia social. En cualquier caso, cuando todo haya pasado, quiero poder decir que formé parte de ello.



Así que sí, queridos viajeros. Hoy, en Los Viajes de Adán, hablamos de política. Por primera vez. ¿Por última?

Un saludo,
Adán.

Cómo conocí a Gandalf (Parte 2)

Continúa desde Cómo conocí a Gandalf (Parte 1).

Tengo una pregunta para usted


Tenía claro que quería preguntar algo. Sabía que quería preguntarle sobre su faceta como actor. Sin embargo, no quería parecer un fan que sólo quiere anécdotas de Gandalf y Magneto, y que sólo conoce/valora al actor por sus trabajos más comerciales. Pero, en realidad, ¡sólo lo conocía por sus trabajos más comerciales! (aunque sabía que había hecho mucho teatro también). Tras pensar un poco, finalmente se me ocurrió la solución. Le pregunté de qué trabajos se sentía más orgulloso, tanto en cine como en teatro.



Respondió que sus mayores méritos eran pequeños triunfos personales durante ensayos, en los que algo que había estado no funcionando en absoluto terminaba saliendo. Añadió que, el problema de los resultados pasados, es que no pueden mejorar, ya están hechos. Como trabajos concretos, en teatro mencionó una producción de Macbeth en la que él interpretó a Macbeth y que de hecho se grabó para TV, pero que es de las pocas con las que está satisfecho con el resultado final. En cuanto a cine, mencionó una película que yo conocía por haber visto a medias, Dioses y Monstruos (NE: A los pocos días de escribir esto, vi la película de nuevo y entera... sublime).

Dioses y Monstruos


Ian McKellen interpreta en Dioses y Monstruos al director de cine James Whale en sus últimos días. Dicho director, homosexual declarado abiertamente, fue responsable en la primera mitad del siglo XX de películas de terror tan icónicas como Frankenstein y La Novia de Frankenstein. La película gira en torno a sus últimos días, donde se muestra al director como un anciano perseguido por sus fantasmas, acosado por la enfermedad que hace que su mente le empiece a fallar y dominado en ocasiones por la lascivia.

La pieza es muy interesante, está dotada de un dramatismo bastante lírico pero sin llegar a recargarse de forma innecesaria o desagradable. Sin entrar a dar más detalles sobre el argumento, diré para exponer mi punto que el director se identifica con el monstruo de sus películas, una criatura que se siente diferente y sola.



Y este detalle me pareció muy interesante, y de hecho alguien lo puso en relieve a través de una pregunta (-declaración, pero permisible por ser interesante) en la charla, planteando si había un paralelismo entre su lucha por los derechos de los homosexuales y el papel de Magneto en X-Men. Para los profanos, Magneto es un mutante muy poderoso, enemigo de los X-Men, que defiende que los humanos y los mutantes no pueden convivir en paz. Por lo tanto, la solución es que los mutantes, siguiente paso evolutivo, tomen el control del planeta para evitar que los humanos los sometan a ellos. En las películas se excava además en el pasado de Magneto, cuando de niño fue prisionero en un campo de concentración nazi.

Ian McKellen no pudo evitar estar de acuerdo con lo propuesto, explicando además que durante la época dorada de Marvel, cuando surgieron los X-Men, estos comics eran especialmente populares entre adolescentes negros, judíos y homosexuales. Sintiéndose diferentes y discriminados, no es de extrañar que estos sectores de la población se identificaran con la problemática social mutante.

El Conejo Blanco ataca de nuevo


Una chica hizo una muy buena pregunta. "¿Cuál es tu cita favorita, de un personaje que hayas interpretado?" Ian dijo que respondería después. Y es que nos había guardado una sorpresa para el final. Una cita de Sir Thomas More, de Shakespeare (al menos atribuida en parte), que hablaba de la inhumanidad con la que los hombres se volvían contra sus vecinos por ser extranjeros. Supongo que la elección es bastante adecuada. Después de introducir la escena, se guardó las gafas en el bolsillo y comenzó a declamar. Un nudo en mi estómago, ni una respiración, sólo la voz de este hombre de 71 años recitando a Shakespeare, caminando en torno al pasillo que antes fuera puente y mirando al público que le rodeaba, como escuchando las réplicas de sus interlocutores inexistentes.

La marea de aplausos fue colosal. Y, cuando se marchaba, aún me dio tiempo a sacar el diario y un bolígrafo y perseguirlo por el pasillo para unirme a aquéllos de los presentes que obtuvimos un autógrafo.



Y así, como siempre que acudo al teatro, o a una charla de un actor, no pude evitar empezar a hacerme preguntas. ¿Puedo ser feliz sin actuar? Si no tengo claro que la respuesta a esto sea sí, ¿qué estoy haciendo con mi vida para que me lleve a donde quiero ir? Hace tiempo, escribí en mi diario: "Haga lo que haga en la vida, sé que me estaré engañando a mí mismo si no hago teatro." Lo hice en Barcelona, después de asistir a Garrick, de Tricicle. Y en momentos como este... el conejo blanco ataca de nuevo.

Un saludo,
Adán.

Cómo conocí a Gandalf (Parte 1)

Nota del editor: Publico este texto muchas, muchas semanas después de haberlo escrito y de haber vivido los acontecimientos que aquí se relatan por varias razones, de las que ahora no daré cuenta. Por su longitud, he decidido dividir el texto en dos partes para no ahuyentar al lector. La segunda parte se publicará la próxima semana.


Hoy he visto cómo un hombre de 71 años se convertía en el mago mas poderoso de la Tierra Media. Hoy visto cómo hacía vivir al Sir Thomas More de William Shakespeare. Hoy, he conocido a Gandalf, a Magneto, a James Whale... Hoy, he conocido a Sir Ian McKellen.

Ocurrió el pasado lunes 24, cuando el actor acudió a The Oxford Union a dar una charla. Fue totalmente fortuito que yo también fuera, me avisaron el sábado anterior y tardé bastante poco en decidirme. ¿Cómo perdérmelo?



Sir Ian McKellen


Para aquéllos a los que el primer párrafo les haya desconcertado, baste decir que Sir Ian McKellen (wikipedia, imdb) es actor, inglés, y famoso en la actualidad por haber interpretado en al mago más carismático del cine. Lo siento por el señor Potter, que se conforme con la plata porque el oro es para Gandalf el Gris.

También interpretó a personajes como Magneto (archivillano de los X-Men), hizo de narrador en Stardust (dato curioso que acabo de descubrir, ahora tendré que verla, una vez más... pero en inglés), y antes de todo eso ya se había labrado una reputación insigne en el teatro con algunos grandes de Shakespeare.

Un dato no tan conocido, especialmente en España, es que Ian McKellen es homosexual. Además, es un activista militante pro derechos gay, bastante activo por lo visto. Durante el evento, mencionó que suele dar charlas sobre el tema en colegios a lo largo de Reino Unido, y que familiarmente se refiere a estos circuitos como "The Gandalf the Gay Tours". Baste ésto para mostrar el sentido del humor y la franqueza del actor.

Dos cosas en las que tengo autoridad


Comenzó la charla con el propósito de comenzar hablándonos un poco de su vida, y dejar la mayor parte del tiempo para responder preguntas del público. Empezó diciendo: "Sólo hay dos cosas de las que yo puedo hablaros con algo de autoridad. Una es actuar. Y la otra, es ser gay. Llevo actuando más de 50 años, y siendo gay, por lo que sé, toda mi vida. De cualquier otra cosa no, pero de estas dos, creo que puedo hablaros con algo de autoridad."

Así, desde el principio quedó claro que Ian no tenía problema alguno en hablar de su condición. Y de hecho así hizo, ya que comenzó narrándonos brevemente sus orígenes y sus inicios en el mundo del teatro y luego sus experiencias como homosexual en la adolescencia, en lo profesional, y en lo público. Sea dicho ante todo, trató el tema de forma directa y totalmente honesta, y sin que faltara nunca el buen gusto en su justa medida.

Sin embargo, no pude evitar lamentar que centrara la mayor parte de su discurso en el tema de la discriminación gay. No es que me parezca un tema poco importante y opino que expresó sus puntos con corrección y sin demagogia, pero al fin y al cabo yo admiro a Ian McKellen por su calidad como actor, no su cualidad como activista. Pero supongo que él tenía más interés en lo segundo, y por lo visto buena parte de la audiencia también porque la mayoría de las preguntas giraron entorno a ese eje.

Puntos de interés


Lamentablemente, si bien mi dominio del inglés resultó ser suficiente para entender al orador, entender las preguntas del público fue harina de otro costal. Y, de hecho, se me escaparon la mayoría, haciendo bastante difícil entender la respuesta a falta de un contexto.

Me decepcionó lo abundante de las preguntas-declaración, de esas en las que alguien suelta una parrafada claramente parcial sobre un dilema y termina pidiendo la opinión del otro, al que poco margen le queda para aportar realmente algo al debate. Exempli gratia, "Me gustaría saber qué tiene usted que decir a aquellas personas que sostienen que las parejas homosexuales no son un entorno apropiado para educar a un niño". Recuerdo que no puede evitar soltar "¿Eso eso realmente una pregunta?", lo que mereció la aprobación del tipo que tenía sentado a mi izquierda.



Se alcanzó un punto de inflexión en el momento en que alguien, directo y valiente, preguntó de forma abierta: "¿Podrías hablarnos sobre estar en el Señor de los Anillos?", petición recibida por un clamor de aplausos. Y aquí, Sir Ian se extendió bastante, sabiéndose haciendo delicias de los fans presentes en la sala. Empezó aclarando que él no es un fan y que no ha leído los libros, pero que sin embargo solía tenerlos a mano durante el rodaje para comprobar que su texto fuera exacto.

A propósito de lo dicho, nos contó como anécodta que en la película puede verse una sombra sobre el suelo en la escena del puente de Khazad-Dûm (la caída en las Minas de Moria) correspondiente al libro que llevaba consigo. Y mientras narraba su situación en la escena del Balrog y el puente, sin puente porque era una sala verde, y sin Balrog porque era un palo alto amarillo, empezó a meterse en el papel... y nosotros nerviosos. "Y allí estaba yo, con los ventiladores creando viento contra mi cara, y gritando 'Peter, ¿qué pinta tiene este párrafo?'"... y nosotros, nerviosos. "Y estaba allí de pie sobre el puente... aunque por supuesto, no había puente.."... y nosotros, muy nerviosos. Y como colegialas histéricas nos dio la risa cuando, perfectamente consciente de la situación, se paró, miró a un lado, y dijo finjiendo extrañeza: "¿Qué creéis que viene ahora?".

Pero no nos decepcionó, y terminó interpretando la escena con la famosa frase "You shall not pass!" ("¡No puedes pasar!"). Creo que poder decir que he visto a Gandalf haciendo eso en directo es poder decir mucho. En fin, es difícil hacerse una idea de la situación que se desencadenó, la explosión de aplausos, las caras de tener 6 años y estar viendo a los Reyes Magos... Terminó por admitir que, si uno mira el libro (en inglés, claro), la frase original es "You cannot pass!"... ¡se equivocó!



Un punto emotivo y álgido en la charla se dio cuando, después de extenderse Ian McKellen a propósito del proceso de "salir del armario" (en su experiencia y en las de otros), un chico del público que se sentaba casi a mi lado alzó su mano y con voz temblorosa empezó no una pregunta, sino una declaración. No pude entender todo lo que dijo, pero terminaba con algo así: "Nunca he dicho esto antes, y, bueno, entre el público están algunos de mis amigos, y ellos lo saben, pero... soy gay." Ian, sorprendido incluso, se acercó para dar un abrazo al manojo de nervios que lloraba de emoción ante él.


Continuará en Cómo conocí a Gandalf (Parte 2).